A mí, personalmente, me han tachado, bueno, mejor dicho, me siguen tachando de loco, cosa que muy probablemente sea cierta, aunque de ser así yo me denominaría enloquecido, dado que nadie nace loco. De cualquier manera no es algo de lo que me avergüence, porque, si repasamos la historia, muchos de los grandes genios de los distintos campos del conocimiento fueron denominados locos en su día (lo cual no significa que yo vaya a ser igual). No obstante, las locuras es lo que le dan cierta emoción a la vida, gracias a las locuras que realizamos vivimos grandes momentos que recordamos hoy en día con gran satisfacción, puede que no siempre tengan consecuencias positivas, pero tanto de las buenas como de las malas experiencias se aprende.
De entre todas las locuras, las más destacadas son aquellas que realizamos por amor. El ser humano es capaz de superar límites y barreras insospechadas por amor, de cometer las locuras y las atrocidades más disparatadas que ninguna otra razón podrían provocar. Es por conseguir que esa persona que tanto nos importa nos preste atención que en ocasiones llegamos a ponernos en peligro a nosotros mismos, pero son cosas que estas dispuesto a hacer, que no dudas ni un instante y que muy probablemente volveríamos a hacer. No es algo que se obtenga de un día para otro, es algo que cultivamos a lo largo del tiempo, es algo tan potente que hace que puedas llegar a pasarte horas y horas hablando con la misma persona, aunque no sean nada mas que bobadas, algo capaz de hacer que el tiempo se detenga o de que vuele. Es uno de los grandes motores del mundo y gracias a él, hoy estamos aquí.