domingo, 22 de abril de 2012

Acciones impropias

En ocasiones ocurre que actuamos de forma radicalmente opuesta a como acostumbramos. La mayoría de las veces es porque hacemos cosas que nunca antes habríamos hecho por razones obvias y que por las circunstancias, simplemente nos dejamos llevar y luego, casi siempre, nos arrepentimos. 

Esto nos hace pensar y, en ocasiones, sufrir, por "comernos el tarro" demasiado. Lo normal es que si acudes a otras personas es que el consejo que recibas sea un "no te rayes", ya, claro, pero tanto aquel que te lo dice como tu mismo sabéis que es imposible. ¿Dije imposible? rectifico, improbable, porque hay muy pocas cosas que sean imposibles.


No obstante, aunque en más raras ocasiones, le damos muchas vueltas a la cabeza justo por lo contrario, es decir, porque no hacemos lo que en una situación normal habríamos hecho, o lo que nuestro cuerpo y corazón nos piden hacer y no sabemos el por qué. Dejamos pasar oportunidades de las que luego nos arrepentimos, cosas muy obvias que, por falta de valor, por un exceso de reflexión acerca de lo que podría pasar o inclusive por... ¿cómo decirlo? porque la situación en la que nos encontramos no nos permita pensar las cosas con claridad y nos encontremos especialmente distraídos por algún motivo.  Esas situaciones dan lugar a comederos de cabeza que pueden durar mucho, mucho tiempo y que nos dejan la duda que nos marchita por dentro de qué habría pasado si lo hubiera hecho.

Es en estos momentos cuando nos preguntamos cosas como: "¿Qué es lo que realmente queremos?"

Son dudas que solo el tiempo puede solucionar, aunque en ocasiones nos veamos obligados a tener que tomar decisiones muy... digamos peligrosas y que quizás es mejor no solucionar. La decisión reside en el valor que tengamos para afrontar las consecuencias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario